LA CLAVE: DETERMINACIÓN
Suelo hablar de «determinación» en mis comentarios y plantearla como exigencia para la selección peruana de fútbol y en general, para los deportistas que pretenden ser de alta competencia.
Y claro, en tiempos en que las redes sociales permiten conocer el sentir del aficionado, sus dudas e inquietudes, me motiva extenderme en el asunto, pues muchos consideran obvio que el que compite siempre tiene «determinación». Estimados, resulta que no es tanto así.
Hay factores de inteligencia emocional fundamentales que hacen la diferencia entre la presunta ambición que se persigue y la imprescindible determinación para conseguirlo. La primera puede expresarse en palabras. Generalmente solo «de la boca para afuera». La segunda, sin embargo, solo se percibe y se da a conocer, en hechos y actitud durante la competencia misma.
A la selección peruana la está amenazando la instancia en la que juega, la está condicionando y frenando, la responsabilidad que enfrenta. Y ello incluye una pesada carga de presión comprimida por 36 años y de la que el fútbol peruano puede liberarse si gana este miércoles. Sería, quizás, lo más importante de clasificar al mundial. Ahuyentar por fin esos fantasmas.
Si habláramos de un amistoso, muchos se quejarían aquí de la «poca categoría de Nueva Zelanda» y dirían que «a Perú le ponen ‘paquetes’ para levantar la moral del equipo». Por supuesto, reclamarían «rivales competitivos que nos exijan realmente para conocer nuestro real nivel».
La instancia en la que Perú enfrenta a los neozelandeses sin embargo, está suponiendo un escenario, un entorno y una responsabilidad que, sin inteligencia emocional, abruma.
Por eso hablo de la «determinación». Porque es lo que hace que una selección gane aún sin jugar bien, es la actitud ambiciosa que está por encima de las capacidades, el hambre voraz de gloria que un deportista que piensa en grande, debe tener. Ante cualquier circunstancia, en cualquier escenario, frente cualquier rival.
Es lo que le permitió a Uruguay ganar el mundial del ’50 en el «maracanazo» cuando nadie en el planeta le daba opción. Es lo que rescató a Alemania en la final de Suiza ’54 cuando luego de estar 0-2 ante una Hungría que venía de golearla 8-3, emergió con fortaleza mental para remontar 3-2 y sin ser el mejor equipo del torneo, quedarse con el título. Y lo que le facilitó a la Alemania Federal superar en el marcador de la final ’74 a una selección que jugaba decididamente mejor como la holandesa. Fue la determinación la que le permitió a la Italia de Bearzot en España ’82 superar en un partido decisivo a una de las mejores selecciones de la historia como aquella brasileña dirigida por Telé Santana.
Es la «determinación» la que hace que Rafael Nadal, tras lesiones prolongadas, intervenciones quirúrgicas o golpes emocionales de orden familiar que lo mantienen fuera del circuito por meses; pueda emerger, sobreponerse y tras mucho bregar ubicarse otra vez como el mejor del mundo en el año.
Es la capacidad para rendir por encima de lo habitual cuando más difícil se pone la situación. Lo que otorga la solidez anímica y la frialdad mental para tomar las mejores decisiones aún estando bajo presión.
Es, finalmente y si aún no quedó claro, la diferencia entre el que necesita rendir al máximo para poder ganar y aquel que aún sin ofrecer su mejor versión, tiene la fuerza de voluntad para sobreponerse y hacer dura la lucha hasta el final. Este último, generalmente cosecha frutos. Bueno pues, ese último, en Wellington, fue Nueva Zelanda y no Perú. Es necesario que en la selección se tome conciencia de ello.
Si el equipo de Gareca, se convence de su favoritismo y suma «determinación» para alimentar su ambición y perseguir su objetivo, no debería tener problemas en superar a Nueva Zelanda. Perú es superior, pero sus jugadores no pueden permitir que el entorno se los trague y les haga dudar de ello. Si se sacuden de lo que el entorno les plantea y sueltan el rollo futbolístico que son capaces de ofrecer, terminarán celebrando. Volver a la élite de los que disputan el mundial, es un objetivo que está al alcance; pero tiene un precio y deben estar preparados y dispuestos a pagarlo: DETERMINACIÓN.
Si no, no hay forma.